Quienes realmente superan el mero encuentro cotidiano con un sahumerio, reemplazándolo por un verdadero arte y cultivo interior en la materia, afirman que el incienso de más calidad es el de grano.
Son varias las marcas que lo comercializan. El que más se usa (es el predilecto de las iglesias católicas) es el conocido «Incienso de Jerusalem».
Este tipo de incienso se utiliza genetalmente con distintos carbones, aunque se recomienda el «instantáneo» que contiene en su elaboración nitrato potásico, carbón vegetal y una pequeña dosis de derivados del azufre. ¿Cómo se vende? En bolsitas de cien gramos o bien en cajas de catorce unidades.
Otra variedad de incienso en grano es el «Copal», de origen centroamericano; y el «Cátaro», que se comercializa en bolsas de noventa gramos y que posee un profundo aroma y fama de purificar los lugares en que se enciende. También se vende una mezcla de «flor celta» y granos de incienso cátaro, pero cuando hay mucha humedad en el ambiente puede dar malos resultados.
Otra variedad en grano es el incienso druídico, muy parecido al de jerusalem. La diferencia es que contiene en su elaboración una mezcla de hierbas entre las que se encuentran la ruda, el enebro y el muérdago seco.