Por ejemplo, las sustancias que casi coinciden con las hormonas sexuales masculinas, también se encuentran en los aceites esenciales, por ejemplo en el sándalo. Las sustancias similares al estrógeno (estrógeno = hormona sexual femenina) pueden registrarse en aceites de anís, de hinojo o de geranio. La transpiración, la orina y la sangre menstrual contienen feromonas, que ejercen influencia sobre nuestra conducta sexual. En consecuencia, reaccionamos, a veces inconscientemente, cuando estas sustancias se encuentran en el aire, ya sean de naturaleza humana, animal o vegetal.
En épocas antiguas el olor individual de cada ser también tenía importancia como medio auxiliar para el diagnóstico. Por ejemplo, se olía la orina de personas enfermas porque, según la opinión de los médicos de la Edad Media que trabajaban con estos medios auxiliares, cada enfermedad tenía un olor característico. Por ejemplo, el tifus, como puede leerse en viejos libros de medicina, genera un “olor pesado, rancio”; el reumatismo agudo segrega un olor “entre amargo y fuerte” y al tener diabetes, “el aliento y la orina del enfermo huelen a acetona” una sustancia que a menudo se encuentra en los quitaesmaltes y que tiene un olor fuerte y penetrante.
Medicina aromatica
Para tratar las enfermedades, frecuentemente contagiosas, que se habían diagnosticado por su olor característico, los curanderos utilizaban sustancias que despedían un aroma muy agradable. Con este procedimiento no solo pretendía taparse los malos olores con ayuda de los extractos sanadores, sino también quería combatirse con éxito las bacterias, por el efecto antiséptico de los alcoholes disueltos en las esencias. Este conocimiento de la medicina aromática lamentablemente no fue investigado ni desarrollado por las ciencias naturales, y en consecuencia esta terapia fue olvidada y relegada por la posterior inclinación de la medicina a la producción química de remedios.
Como funciona el olfato
¿Cómo funciona el olfato?
Si queremos estudiar a fondo el mecanismo de nuestro sentido del olfato, tenemos que conocer primero la constitución de nuestro órgano olfativo y emprender un viaje al interior de nuestro cerebro. Recién entonces se comprenderá esta función de los sentidos con toda su complejidad, aunque, como ya mencionáramos, aún no nos quedan lo suficientemente claras algunas relaciones clínicas y biológicas.